El sol advertía un día caluroso. El verdor de las plantas trasmitía paz. El canto de los pájaros, el olor a campo y vida silvestre entremezclados con la sazón de la carne asada y el ajiaco cubano, realzaban la belleza de Vista Hermosa. Eran solo las 9 de la mañana y ya los preparativos comenzaban para la séptima edición del Mercado de la Tierra.
Los productores, todos miembros de la comunidad Slow Food en Cuba, preparaban sus exposiciones. Podíamos encontrar huevos de codorniz en conserva, especias de varios tipos, vinos, quesos, embutidos, panes artesanales y hortalizas. La peculiaridad: productos elaborados sin químicos, de manera natural y bajo los preceptos de lo bueno, lo limpio y lo justo.
Cada elaboración tenía una historia que contar y para ello, qué mejor comunicador que el productor. Aquello no solo era tener ganancias por los alimentos, iba de la pasión por la comida sana, de la calidad, y del buen gusto al paladar. Iba de conversar, hacer alianzas y divertirse.
Sí, hubo mucha diversión para todas las edades. Los niños concursaron en busca del mejor ordeñador de cabras; un momento en que las familias alentaban a sus menores y les inculcaban los valores de la competencia justa y el amor a los animales. Mientras, los padres también bailaban al ritmo de la música tradicional cubana.
Para los más osados, los paseos a caballos hasta el mirador de la Finca, y dicen los locales que quién no vaya hasta allí, no podrá decir que estuvo en Vista Hermosa. Y no es un simple nombre, realmente es un paisaje bello, lleno de vida; es de esos lugares donde la percepción del tiempo se pierde para hacernos reconectar con nosotros mismos.
Un lugar es nada sin su gente, por eso en cada persona de la Finca puedes encontrar a un amigo capaz de hacer cada momento especial. La buena atención de los trabajadores junto a la familia que te hace sentir parte, hacen la estancia inolvidable.
Pero volvamos al Mercado de la Tierra donde también un show cooking amenizó a los presentes. De la destreza de las chefs Teresita Castillo y Yamilet Magariños, la magia de una ensalada veraniega con productos de la misma tierra en que estábamos. La receta encantó a los presentes por su frescura y rápida elaboración.
Y si de buen gusto y atractivos sabores se trata, pudimos degustar de las primeras Slow Burger de La Habana que desde esta semana se ofertan en el Restaurante Mediterráneo Havana. La chef Julieth Urra explicó de las características de la Slow, una hamburguesa para saborear sin prisa, encontrando cada matiz, cada sutileza de las carnes y otros ingredientes que la componen. El sabor es estupendo, es como una fiesta para los sentidos. Solo la Slow merece un texto porque será la estrella del verano en el restaurante; hay que probarla, nada de lo que pueda contar es suficiente.
Pasado el mediodía, luego de que los calderos de ajiacos estuvieran vacíos, las personas se fueron despidiendo con la satisfacción de un día estupendo. Las opiniones eran todas buenas: “pasamos una jornada muy agradable”, sabrosísimo el pan con lechón”, “quiero comerme veinte hamburguesas más”, “me encantó ganar la competencia del ordeño de las cabritas”. Así los comentarios de quienes llevaban el dulce sabor de un día naturalmente diferente.